Hasta que no vuelva a la montaña imagino que el blog se verá afectado por las exigencias de estas vacaciones que están siendo de todo menos unas vacaciones, pero una noticia que supe anoche, en los obituarios de El País, me lleva ahora a dejar aquí recuerdo de unos versos de Sergio Oiarzabal, muerto a los treinta y seis años el pasado doce de junio. No es que le tuviera ninguna devoción especial, de hecho sólo le he leído el poemario Flammis acribus addictis, que ganó el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández en el año 2003. Flammis acribus addictis me llegó como me llegan todos los premios literarios convocados por la Diputación de Alicante, y durmió entre unos y otros libros hasta quién sabe cuándo no tendría otra cosa mejor que hacer echarle un vistazo; no guardo recuerdo de cuándo lo abrí por primera vez.
Hoy lo he buscado entre las cajas que se acumulan sin remedio, cajas de páginas y páginas y miles y miles de páginas que no encuentro tiempo para disfrutar, y en encontrarlo en la portada dos agujeritos revelaban los dientes de mi perro, muerto hace un año. La primera página está arrancada, imagino también por él en uno de sus ataques de destrucción que me dejó sin sábanas, sin zapatos, sin muebles, sin esquinas en casa, sin libros, sin plantas, tan sin nada como me dejó perderlo. Hay muchos versos redeados, subrayados sin que ahora pueda entender el porqué. Les dejo con el poema SACRO de Flammis acribus addictis.
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